Dicen que uno de los placeres máximos de la vida es rascarse cuando a uno le pica. Y es mi deseo que estas líneas, que ahora aporreo en mi teclado, sean ese rascamiento aliviador de esa molesta urticaria que, me ha aparecido últimamente, a medida que he ido leyendo opiniones y críticas mas o menos infundadas sobre el último smartphone por Apple parido.
No es un análisis de situación muy madrugador (el iPhone 7 lleva ya entre nosotros casi un mes) por varias razones. Como me gusta ser un empírico irredomable he querido poseer un dispositivo el suficiente tiempo como para emitir una opinión contrastada y verosímil basada en el uso concienzudo del mismo. Vamos.. que le he dado caña al asunto.
Por otro lado, me ha gustado absorber las opiniones que se han ido concitando en Internet, sobre el papel y en charlas distendidas entre personas de carne y hueso.
También he de decir que la adquisición de un iPhone ha sido particularmente complicada este año, ya que en mi ciudad no existe una tienda Apple propia y he tenido que recurrir a una lista de espera en una de las franquicias que una reconocida marca posee.
Lista de espera que, por otro lado, no me ha servido para nada, no habiendo sido posible finalizar la compra con ellos por no tener en sus almacenes el modelo (Plus de 256Gb negro) que he acabado por comprar en una tienda física en Madrid. Por cierto, en esta web podéis ver la disponibilidad real de iPhones en todas las tiendas de Apple en el mundo.
Cabe notar que el shock adrenalítico provocado por el anuncio de que España sería uno de los países en los que el iPhone 7 se presentaría primero, ha dado paso a la decepción por la falta de stock y los tiempos de espera ocasionados, que han llevado a que este año adquiriese el móvil más tarde que el pasado, en el que llegó a España en fechas posteriores.
Tampoco pretendo analizar cada una de las nuevas características que posee. Para eso tenéis numerosas videopresentaciones, unboxinismos, reviewstotales y por supuesto, destrozosdiversos de piradostotales. Me gustaría centrarme en lo que ha cambiado para mí. En mi uso. En mi día a día.
Lo recibo, desplastifico, hago un backup en iCloud del viejo, cambio la SIM, enciendo el nuevo, restauro datos y ¡ya está listo!
He de decir que mi experiencia en este caso ha sido doble, ya que además de los cambios hardware del iPhone 7 he actualizado mi experiencia software, pasando del iOS 9.3.3 al 10.0.2.
En cuanto al aspecto exterior ya han salido los que atacan porque es exactamente igual al del año pasado y al anterior. Estos mismos supongo que serían los que atacarían un nuevo diseño aduciendo ‘lo bonito que era el anterior y cómo se lo han cargado’. Está claro que a todos nos gusta ver diseños nuevos y rompedores, pero siendo el año que viene un año muy especial para Apple, es lógico que pospongan un año la revolución estética, así que esa crítica no tiene una base demasiado objetiva.
En fin, al grano. Primera conclusión tras una semana de uso: no he tenido en ningún momento la sensación de echar de menos algo del modelo anterior. Todo ha fluido como una evolución natural y he notado una clara mejoría en multitud de aspectos. Por mucho que digan que es más de lo mismo (normalmente gente que no tiene uno), al ponerle las manos encima a un iPhone 7 te das cuenta de que están equivocados.
Por ejemplo, en el manido temita de los auriculares lightning. ¿Que es un inconveniente cambiar dispositivos de escucha que ya tenemos por unos adaptados al nuevo? Pues sí… pero es un cambio ‘hacia delante’ pensando en el futuro, no pensando en cambiar el conector, sino en no necesitarlo y olvidarnos definitivamente de los cables. Y cuando aterricen los Airpods centrarán de nuevo la atención pública en la comodidad de lo ‘wireless’ y probablemente aparezcan varios modelos con el mismo tipo de diseño. Otro acierto más.
Cosas que me han encantado… el nuevo botón de inicio háptico, no sólo por las sensaciones que transmite, sino por el potencial que atesora de cara al futuro, con posibles integraciones dentro de la propia pantalla. La cámara dual, que incorpora un zoom óptico que funciona a las mil maravillas en exteriores. El sonido, que cambia notablemente al añadir un segundo altavoz y ser estéreo por primera vez (siempre que no le exijamos la potencia de un altavoz externo, claro). Y, por supuesto y aunque no la he probado, esa resistencia al agua, que tengo la intención de explotar cuando las circunstancias lo precisen.
Otra crítica absurda que se ha extendido como la pólvora, es que Apple no cubre en su garantía del iPhone 7 las averías por agua, «¡vaya vergüenza!», dicen. No recuerdo haber oído esta misma crítica cuando salieron los sumergibles de Samsung o Sony, que tampoco incluían estas coberturas en sus garantías (incluso con protecciones IP superiores a las del iPhone), cosa por otro lado lógica, al ser dispositivos resistentes a salpicaduras y no a inmersiones prolongadas (¿cómo podrían probarlo?).
He de decir, por otro lado, que otras mejoras que se incluían como tales no las he percibido de momento en el breve uso que he hecho de él hasta hoy. No me ha durado más la batería, ni he visto un rendimiento superior de procesamiento (tampoco le pido mucho), ni me ha funcionado más rápido la huella (viniendo de un 6S), ni he notado la pantalla notablemente más brillante.
¿Que si merece la pena el cambio? Para mí sí… siempre. Sigo utilizando escrupulosamente un sistema de adquisición de modelos nuevos y venta de antiguos (hay que recordar que los iPhone son los teléfonos mejor valorados en el mercado de segunda mano) que me obligan a un desembolso considerablemente menor que si comprase un primer iPhone desde cero.
De todos modos, aún sigo esperando a que alguien encuentre el ‘Gate‘ o fallo anual con el que los críticos hagan su agosto y justifiquen de nuevo lo rematadamente locos que estamos los poseedores de un smartphone de Apple.
Y vosotros, ¿ya tenéis vuestro nuevo iPhone 7?